Una melodía dedicada mi enemiga [Elaine DiNoir]

Ya había visto a aquella mujer pasar por la misma calle un par de veces. Sinceramente, creía que estaba persiguiendo a alguien, pero como no es de mi incumbencia y me importa lo más mínimo traté de olvidar a la chica.

Pero volví a verla pasar y fruncí el ceño. Era una joven de cabellos oscuros, y de facciones bien perfiladas. Me recordaba vagamente a un duende que había visto dibujado en alguna parte, si fuera vestida de verde y fuera diminuta como mi dedo índice habría pensado que lo era. La chica me miró de reojo y creí adivinar reconocimiento en su mirada. Y comencé a sospechar. ¿Y si me seguía a mí?

Me senté en el suelo a pensar, sin importarme lo más mínimo lo que la gente pudiera pensar de mí. La chica finalmente me sonrió, sus ojos chispearon...Y creo que comenzó a canturrear algo. Aunque probablemente solo fuera una mala pasada de mi imaginación, era algo raro que una chica me siguiera y luego se pusiera a cantar.

Para ayudarme a pensar saqué mi preciado violín y comencé a tocar algo sencillito, una melodía suave en tonos más bien graves, que luego ascendían a agudos pero agradables, y luego a un tono más chirriante pero no menos armónico. Parecía que contaba una historia, es como me gusta tocar...

La chica con aspecto de duende me miró, clavando unos ojos azules en mí, pensativos, como si de pronto mi música le hubiera dado en qué pensar.

¿Por qué demonios me sonaba tanto aquella muchacha? Solamente era una chica joven, de cabello castaño, y una expresión de niña simpática. Sabía que no la conocía de nada, pero de algún modo supe que me había cruzado con ella en alguna parte.

Mientras pensaba de qué me sonaba tanto, me paseaba por delante de ella mirándola de reojo. Ella tampoco apartaba sus ojos oscuros de mí, me seguía con la mirada y me hacía sentir nerviosa. De pronto, como si la luz divina me hubiera iluminado, recordé quién era aquella joven. Valentina Black, alias la Inocente. Había visto carteles de que la buscaban por...por piratería. Eso podría resultar interesante. Desabotoné mi chaqueta, pues debajo llevaba un revólver y una daga. Sabía que me harían falta.

La piratilla estaba sentada en el suelo, sonriendo maliciosamente a todo el mundo, como si fuera a hacerles alguna de las suyas. Le devolví una sonrisa siniestra al tiempo que mis ojos emitían un brillo sobrenatural. De mis labios empezaron a surgir palabras, palabras entonadas de tal forma que construían una nana que me solían cantar de pequeña. Ese sería el fin de Valentina la Inocente.

De pronto ella sacó un violín de una bolsa y comenzó a tocar música. No era ninguna melodía que conociera, más bien al contrario, pero de algún modo parecía estar contando la historia de mi vida. Al principio, suave, lenta y grave. Después se iba volviendo más animada, aguda y agradable, y acababa siendo frenética y estridente, pero a su vez armónica. De hecho, me recordaba mucho a mi pasado, me daba mucho que pensar...Como en Thomas.

Cuando Valentina dejó de tocar, volví súbitamente a la realidad. Me temblaba el labio inferior, como si estuviera a punto de llorar. No podía estar emocionada, no por algo que fuera hecho por una pirata por dulce y encantadora que pareciera. Mis dedos se aferraban al revólver, pero mi mano no me obedecía cuando quise sacarla de debajo de mi chaqueta. Está bien, ratilla..., pensé. Te dejaré un rato de vida más si consigues conmoverme.

Como captando mi pensamiento, la joven volvió a tocar.

Cuando mi música cesó, la joven con aspecto de duende pareció conmovida, le temblaba el labio inferior y se había quedado como paralizada. Sonreí, siempre conseguía tocar lo justo para que los otros se emocionaran. Me dispuse a guardar mi violín, cuando mi instinto me dijo que era mejor que no lo hiciera. Alcé una ceja y miré a la chica duende con una enorme sonrisa.

Ella no apartaba sus ojos azules de mí, seguía todos mis movimientos como lo haría un gato que va a cazar un ratón. Me detuve a medio camino para después colocarme el violín en posición de tocar. Coloqué el arco sobre las cuerdas, y comencé a tocar de nuevo.

Esta fue una música distinta, como si le hubiera dado la vuelta a la otra canción. Comenzaba muy aguda y rápida y finalizaba lenta y grave. Un par de personas me echaron unas monedas, incluso una noble me dio un par de ellas. Aunque no es el dinero lo que me interesaba, no me venía mal que incluso una noble me lo diera. Correspondí su caridad con enormes sonrisas características en mí, y solo cuando mi canción acabó y recogí todas las monedas. Luego me puse en pie, y me acerqué a la chica duende alegremente, aún con el violín en una mano.

-¡Holaaaaaaaaaaa!-saludé, agitando la mano que no sostenía mi preciado tesoro.Me llamo Valentina-me presenté, tan sociable como siempre.

¿Cómo una espantosa pirata podía hacer algo tan imposible como emocionarme? Sacudí la cabeza, tratando de eliminar las notas de su violín de mis oídos. Era prácticamente imposible dejar de escucharla, su música era adictiva para mí; una vez que escuché la primera nota, no pude alejarme de ella y su violín.

La melodía finalizó, liberándome de las cadenas imaginarias que antes me mantenían clavada en el sitio. La imprudente jovencita no se molestó en guardar su violín, y llegué a temer que volviera a tocar. No podría matarla si eso sucediera. Pero no fue eso lo que sucedió.

La pirata, toda insensata e imprudente, mostró una sonrisa monumental y se acercó a mí alegremente, dando graciosos saltitos que hacían que su pelo subiera y bajara tras ella. Luego saludó con un tono jovial, con un largo "holaaaaaaaa", y después se presentó. Se llamaba Valentina. En ese mismo instante comprendí por qué se había ganado aquel alias, "la Inocente". Nadie en este mundo pensaría que ella pudiera hacer algún daño, lo que aparentaba no era más que una niña simpática y sociable que quiere alegrarte el día con una enorme sonrisa. Algo me dijo que no me fiara de su apariencia, y me fié de mi instinto.

-Hola, Valentina-dije, modulando mi voz para que no sonara siniestra, pero mi acento francés hizo que sonara patética.

Mi voz nunca me ha gustado. Siempre ha sido aguda, como unas campanitas que resuenan en la lejanía, como el estridente sonido de una flauta mal tocada. Pero cuando estoy a punto de cometer un asesinato, mi voz de soprano se vuelve siniestra como la que tendría un diablo si se materializara y hablase. Me interrumpí un rato para bostezar y frotarme un ojo como una niña somnolienta. Luego volví mi mirada a Valentina.

-Yo soy Melody.-mentí.

Siempre digo que me llamo Melody, aunque mi nombre verdadero sea Elaine, lo digo más que nada por jugar un poco con mis víctimas...Para poder darles un pista de que soy The Death's Melody, supongo. Sonreí, haciéndome la simpática. Mi retorcida mente comenzó a elaborar un plan...Primero me haría su amiga, y después le clavaría un cuchillo por la espalda...literalmente.

Valentina Black no sobreviviría. Y Elaine DiNoir ganaría un millón de chelines, por entregarla "viva o muerta".