El infinito por distancia. (Richard Douson)

Recuerdo del primer mensaje :

La noche estrellada daba soplos cortantes de aromas que se perdían de calle en calle, una leve brisa corría y se chocaba al final de cada callejón. Una resplandeciente y plateada luna era el centro de atención en el paisaje. Barcos procedentes de diversos lugares se amarraban en los puertos de aquella isla de diversiones, o al menos que para mi lo era, mi Inglaterra. Me encontraba en una taberna, que misteriosamente se teñía con tonos anaranjados como el fuego, con mi preciado pañuelo de reflejos azules como el mar en mi cabello, apoyada en la barra de bar con una botella de ron en mano, estaba feliz y despreocupada.

Aquel lugar estaba repleto de gente, gente con ganas de pasarlo bien, de buscar alguna diversión en su vida llena de monotonía, de desahogarse y evadirse de sus penas y, por supuesto, de sus problemas que no paraban de retumbarles en sus cabezas. Siempre había alguna pelea que animaba el establecimiento, como también gente que tocaba instrumentos de cuerda acompañada por los cánticos de sus voces.

Oí a un grupo de camaradas, que se situaban en una mesa, llamarme por el apodo que me pusieron hace un largo tiempo. - ¡Tabernera! - gritaban reclamándome, pero nunca molestándome. - Ania, ¿por qué no nos traes unas jarras de ron y te vienes un rato aquí? - dijo otro del mismo grupo entre carcajadas, uno que conocía bastante bien. Yo me burlaba de ellos sarcástica y entre sonrisas, mientras me reía por dentro. Pensaba que ninguno de ellos merecía mi compañía...

Mientras yo le decia lo que sentia, me parecio que me miraba sin expresion, posiblemente lo habria soltado todo de repente, y en seguida me arrepenti si le habia molestado aquello.
-Bueno, yo... - parecia un poco confusa, como si lo hubiese dicho todo demasiado rapido, sin darle mucho tiempo a pensar - Jamás había oído decir a nadie que daría la vida por mi. - lo entendi en seguida. Me preocupaba haber sido tan precipitado, pero al estar tan enamorado de ella era dificil no decir lo que sentia. Bajo la cabeza
-Tenemos que salir de aquí, tengo que llevarte a algún sitio para poder curarte eso. - me dijo y espero una respuesta. No me parecia una buena idea salir, porque aun, a lo lejos, se seguian oyendo el estruendo de los cañones. Pero en vez de pensar en esto, mire a Ania.
-He...ido muy rapido ¿verdad? Lo siento, no queria precipitarme tanto, pero... - deje de hablar, bajando la cabeza. Despues añadi casi sin pensar lo que decia - Si, si, hay que salir, estoy bien, pero no creo que la herida aguante
La cogi de la mano de nuevo, y me levante lo poco que pude y sali fuera. El barco ya casi no se distinguia y parecia haber cesado, aun asi, la ventaja de que era de noche no permitia distinguir figuras a lo lejos, mas a la distancia de aquel barco. Pisamos la fina arena donde habiamos estado antes, los restos de la hoguera estaban alli en medio. Ania me adelanto, aun cogida de mi mano, y siguio andando hacia delante, hasta llegar justamente donde habiamos estado. En ese momento, la tire suavemente de la mano, la cogi por la muñeca con el mismo movimiento de suavidad, y, llevandola hasta mi, le di un profundo beso.

Empecé a notar un ligero cambio contradictorio, por parte de los dos. Un cambio mínimamente producido por lo que sentíamos, y lo que dábamos a entender que sentíamos aunque no quisiéramos dar a entender eso. - He...ido muy rápido ¿verdad? Lo siento, no quería precipitarme tanto, pero... - dijo después de mi pregunta, que aunque no tenía mucho que ver, en ella se escondía un "yo también te quiero, no quiero que te ocurra nada malo" no muy propio de piratas. "No no no..." pensaba continuamente, lo único que quería era que no se arrepintiera de nada de lo que había dicho, porque, no tenía nada de lo que arrepentirse. Las cosas habían salido como tenían que salir, y si habían ido muy rápido, no tenía la culpa de nada, sólo nuestros sentimientos. Él se había preocupado por si me lo había tomado de forma precipitada, y aunque yo no tuviera tampoco la culpa de nada, me chocó bastante el que me costara expresar mis sentimientos, al menos mucho más que a él. Me hubiera gustado decirle mil cosas que ni si quiera me podía explicar a mi misma. Pero después de bajar la cabeza en silencio, me dio su opinión acerca del otro tema, que ahora era lo único que me importaba, y afirmándome de que debíamos salir de aquel lugar, aunque no estuviera muy seguro por el ruido de los cañones, dijo que su herida no aguantaría mucho...

Entonces me levanté, él hizo lo mismo cogiendo mi mano, y salimos fuera. Andando, le adelanté mientras le guiaba agarrada de su mano, mirando si había algún peligro, aunque el barco ya se situaba algo lejos de nuestra costa, y no se veía ni se escuchaba ya casi nada. Llegamos a la zona donde anteriormente habíamos estado. Fue entonces cuando, sin pensárselo dos veces, me agarró suavemente por la muñeca, girándome, me llevó hasta él, y me dio un profundo beso que hizo que mi corazón latiera a millones de pulsaciones por segundo. Y cuando digo millones, son millones y no hablo de ninguna exageración. Parecía como si todo lo que sentía se hubiera reflejado ahí mismo, me sorprendió, él me sorprendía y eso llamaba mi atención, le quería. Yo le respondí seguídamente a su beso, besándole apasionadamente y a la vez de forma dulce, como si el mundo se fuera terminar al siguiente día. Ahora más que nunca quería que el tiempo se parara sólo por estar con él. Desprendí mis labios de los suyos, y le regalé una de mis más grandes sonrisas que lo que querían decir era "todo va a salir bien".

Al acabar aquel beso, uno de esos besos que parece que nada es real, un sueño, al desprender sus labios de los mios, me miro y una sonrisa grande y preciosa ilumino su cara. Nos quedamos asi supongo que un minuto o mas, mirandonos a los ojos. "Los ojos son el espejo del alma", y en ese momento mi reflejo era ella. No sabia que hacer, el beso habria hecho que me olvidara de todo, incluso de la herida, que parecia no existir. No queria irme a ninguna parte, solo sentia la necesidad de abrazarla muy fuerte, y eso hice.

-Te quiero-le susurre al oido, y con eso lo dije todo. Despues todo se quedo en silencio. Nunca le habia dicho esas palabras a una chica, se habian soltado solas desde mi interior. Cualquier cosa que pensara de ella se quedaria corta. La mire y le sonrei. Me queria quedar alli, pero a la vez, ir a otra parte, a pasear, a pelear con otras ratas de bodega o a aventurarnos por ahí. La herida ya no la sentia, me daba igual, solo queria estar con ella, asi que deje la eleccion en sus manos.

Off: Ania, lo siento mucho, pero ahora no se me ocurre casi nada, me he quedado sin inspiracion Por cierto, me gusta tu nueva imagen

Estaría bien hacerse la típica pregunta: ¿De verdad te pueden ocurrir mil cosas en tan sólo milésimas de segundo? Ahora me miraba fijamente, y respondería un "sí" rotundo y sin cambios. Sería difícil explicar cómo me sentía, supongo que era como, hacer un gran sueño realidad nada más querer tenerlo. Me abrazó fuertemente, sentí el calor de su abrazo como si no quisiera dejarme marchar, y antes de que pudiera decir nada, me susurro al oído un "te quiero" que hizo que me replanteara si mi voz podría superar eso. Así que apoyé mi cabeza en su hombro y le abracé también, sin acordarme de su herida y de que quizás le podía haber hecho daño. Le miré, él me sonrió, seguramente ya no le dolía, pero sería mejor atenderla para que posteriormente no nos ocasionara problemas. - Ven conmigo. - Dije al tiempo que tomaba de nuevo su mano y continuaba a andar.

No había muchos sitios que nos pudieran servir de ayuda, pero me acordé de uno sólo cerca de la costa en el que podíamos probar suerte, ese lugar era el que más nos convenía. En poco tiempo nos encontrábamos cerca de una pequeña casa, en una calle cercana. Tenía todas las ventanas cerradas y parecía verse la luz de una chimenea en su interior. Decidí llamar, estaba segura de que la persona que quería encontrar se hallaba ahí. - ¿Hay alguien? - Toqué la puerta, desesperanzada miré a Richard. Para nuestra suerte se escucharon unos pasos dirigiéndose a la puerta, después esta se abrió. - ¡Ania! - Era la voz de un viejo cascarrabias pero de buen corazón, bajito y no de gran aspecto, que después de verme y mencionar mi nombre quiso volver a cerrar la puerta. Pero antes de que esta se cerrará apoyé mi mano... - ¡Espera! Tiene que ayudarnos... - Dije mientras nos examinaba con la mirada. - ¿Y por qué debo yo hacer eso? - Respondió con tono frío, entonces tuve que cambiar mi táctica. - Recuerda a mi padre ¿Verdad? - Se produjo un pequeño silencio, él cambió la mirada, y después de pensárselo examinó a Richard, se habría dado cuenta de su herida. - Esta bien, pasar. - Entramos, cerro la puerta. - Menuda muchacha te has buscado... - Siempre hacía esos peculiares comentarios.

La casa en su interior parecía más amplia, estaba tal y como la recordaba; una pequeña cocina en el salón, una chimenea y en frente de ella una cómoda silla, una mesita pequeña, una escalera que conducía a algún dormitorio, y diversas estanterías llenas de artilugios. - Siéntate aquí. - Le dijo a Richard mientras le miraba y le señalaba la silla de la chimenea, yo le sonreí dulcemente, ahora le tocaba confiar en mi.

Off: No pasa nada, está perfecto Lo siento si es muy largo.

-Ven conmigo-me dijo, mirandome a los ojos, cogiendo suavemente mi mano y comenzo a andar. No sabia a donde me llevaba, pero confiaba plenamente en ella. En una calle muy cercana, una pequeña casa que tenia las ventanas cerradas, pero se divisaba una pequeña lucecita dentro, aparecio delante de nosotros. Desconocia quien podia vivir alli, pero bueno, todo momento era un misterio y una aventura al lado de Ania.

-¿Hay alguien?-Ania toco la puerta, despues me miro a mi. Dentro, se escucharon unos pasos que se dirigian hacia nosotros y se abrio la puerta.

-¡Ania!-exclamo el anciano. Tenia pinta de ser un cascarrabias, aprete los labios en una pequeña sonrisa y levante la vista. Hizo ademan de cerrar la puerta, pero Ania la bloqueo con su mano-¡Espera! Tiene que ayudarnos...-su mirada nos recorria los cuerpos-¿Y por qué debo yo hacer eso?-cambio el tono, pero Ania supo controlarlo-Recuerda a mi padre ¿verdad?-el silencio me habia hecho pensar quien habia sido su padre, me dieron ganas de sonreir. Un misterio, como no. En ese momento el hombre poso sus frios ojos sobre mi, bajando su mirada hasta mi herida, ya sabia por que habiamos venido, y, aunque no me hacia mucha falta porque ya casi no me dolia, en mi mente le agradeci a Ania que se preocupara tanto por mi-Esta bien, pasar-cerro la puerta-Menuda muchacha te has buscado...-me dieron ganas de reir, pero me limite a aguantarme con una sonrisa, apretando la mano a Ania y sonriendole ya abiertamente por el comentario del hombre. Su casa aunque era simple, me gustaba, le pegaba al dueño.

-Sientate aqui-me señalo una silla. Mire a Ania, parecia completamente convencida, asi que confie otra vez en ella. Intuia lo que me esperaba, asi que me prepare un poco para el dolor, la herida no me dolia, pero aun estaba abierta y, si la tocabas mucho y fuerte, me dolia. Se fue un momento de la habitacion y, cuando volvio, traia consigo una especie de maletin. Me quite la blusa, cogio un liquido raro y lo echo en un algodon pequeño. Me empezo a echar esa cosa rara por la herida, me empezo a escocer pero me aguantaba, si me quejaba tampoco arreglaba nada y posiblemente el hombre haria un comentario tipo "Eres un hombre, no una niñita, deja de quejarte". No sabia mucho de medicina, pero al menos sabia para que era alguna de esas cosas, aunque los materiales que el usaba no los habia visto nunca. Cogio otra cosa rara, otro algodon y me lo echo por la herida. ¡Dios miooooo! ¡Eso si que dolia! A saber que era esa cosa. Inspire aire por los dientes, haciendo el sonido tipico de que me dolia, despues solte un ligero "Uuuuh". El hombre se paro a mirarme, despues continuo y yo mire a Ania, que, al ver mi cara de miedo a la medicina y a cosas raras sonreia. El hombre acabo, me puse la blusa y me levante, me junte con Ania y la agarre de la mano.

Se sentó, parecía que sabía perféctamente a lo que habíamos ido. Me hubiera gustado haberle ayudado de otra forma, yo no era una experta pero si que sabía cosas acerca de la medicina. Mentiría si dijera que sólo habíamos ido por eso, aunque eso fuera lo principal, todavía me habían quedado muchas cosas por hacer en Inglaterra, y ese "señor" era una de las causas fundamentales de que hubiera vuelto por esos lugares.

Así que mientras el se disponía a salir silenciosamente de la habitación para coger un maletín, mis ojos buscaban disimuládamente un objeto en especial por sus estanterías. Cuando regresó, le miré firmemente, Richard se quitó la blusa dejando su torso junto a la herida visible, yo volví a dirigir mi mirada a ciertos estantes donde se situaban algunos artilugios. Ojeando algunas cosas, vi algo que me era familiar, "te encontré", se trataba de un objeto pequeño, un anillo que tenía complejo de amuleto porque iba unido a una cadena y llevaba unas inscripciones, plateado, era raro pero no había otro igual. Desde lejos parecía una baratija inservible que carecía de toda clase de valor, pero para mi era importante y para mi padre lo fue en su momento, por eso creí que tenía algo misterioso, además de que había viajado con muchos de los tesoros de su tripulación.

Mientras él curaba la herida con algunos de sus remedios, yo cogí el amuleto disimuládamente y lo guarde en uno de mis bolsillos. Richard se quejo a causa del dolor de su cura, yo sonreí sin darme cuenta. Cuando terminó, Richard se volvió a poner su blusa, se acercó a mi y me cogió la mano, yo mantenía esa leve sonrisa mientras le miraba. - Ya está, no era muy amplia, pero necesita reposar si quiere que le sane rápido. - Tomé en cuenta sus palabras. De- No desde hace cuatro años, cuando me dejó a cargo de que te vigilara de vez en cuando. -spués saqué unas cuantas monedas, me pareció que era lo justo, después de todo había sido un viejo amigo y seguía con buenos tratos. - Espero que esto le ayude por todas las molestias causadas. - Extendí mi mano para dárselas, pero al parecer mi hizo un gesto de rechazo. - No hace falta, pero te puedo asegurar que el objeto que tienes en tus bolsillos no tiene ningún valor, ni si quiera he podido averiguar para que sirve... - Estaba algo decepcionado, era astuto y se había dado cuenta de que en algún momento vendría a recuperarlo. - ¿A vuelto a ver a mi padre? - Pregunté con alguna esperanza de saber noticias suyas. - No desde hace cuatro años, cuando me dejó a cargo de que te vigilara de vez en cuando. - De eso último no sabía nada, por eso me quedé algo impresionada. Me miró atentamente y después miró a Richard. - Veo que te va bien, espero que cuides de ella... - No quería que pensara nada en especial así que decidí terminar con la conversación. - Debemos irnos ya. - Acompañada me dirigí a la puerta y salí. - Bueno, vuelve cuando quieras... - Se oía el tono de su voz, sólo pude pensar que pasaba demasiado tiempo sólo, y me reí un poco con todo eso. Después pensé que él estaría un poco confuso y veía lógico que me hiciera alguna pregunta, yo, le dí un beso en la mejilla.