-Odio Inglaterra, ¡¡odio todos los sitios que no sean Holanda!!-gritaba mientras me paseaba por mi habitación de aquela posada inglesa como una fiera enjaulada-Puaj, ¡qué asco de sitio! ¡Odio Inglaterra!-acabé, mirando a mi perro Wolf, que parecía excesivamente tranquilo. ¿Pero cómo demonios podía estar medio durmiendo? ¿Es que no se enteraba de que estábamos muy lejos de casa?
Acabé sentándome en la cama, tratando de calmarme, pero solamente era capaz de pensar en una cosa: ¿Qué demonios pinto yo en Inglaterra? Sin duda es una buena pregunta.
Pues bien, mi nuevo padre, que de nuevo tiene poco porque es viejo, Michel Sluismans, ¡siempre está viajando! Y ahora que formo parte de su familia tengo que viajar con él. Y si a él le toca ir a Inglaterra, todos nos vamos a Inglaterra. Añoraba Holanda, quería volver cuanto antes.
Sentía una sensación de claustrofobia en aquella posada, así que salí acompañada por mi adorado perro por si me topaba con cualquier peligro. Di un par de vueltas por la ciudad hasta que llegué a un puerto, y me quedé admirando los barcos. Ojalá alguno fuera a Holanda y pudiera llevarme...
Estaba contemplando absorta cómo se alejaba uno de los navíos hacia el horizonte cuando una joven chocó conmigo. Sin duda llevaba prisa, con una mirada lo pude captar todo.
-¿Se encuentra bien, señorita?-le pregunté, tratando de retenerla para que me dedicara nada más que una mirada.