Mala idea...(libre)

Ya me decía mi instinto que no parase en aquel pueblo costero inglés por muy tranquilo que pareciese, que era una mala idea. Como insultar a la cara a alguien más poderoso que yo, sí señor, una espantosa idea. De todas formas mis provisiones (que no es que tuviera muchas, tan solo pan, fruta y alguna cosilla más) ya comenzaban a escasear. Sirius gruñía al verme entrar en el pueblo, él también sabía que algo saldría mal y tendría que salir por patas. Sólo a mí se me ocurre desafiar así a mi escasa suerte.

En estos momentos estoy corriendo por una calle muy poblada de gente que me mira con mala cara mientras me persiguen. Sirius corre detrás de mí, ladrando como si exigiera que nos dejen en paz, lo que me hace sonreír. En el fondo es un buen perro. Me distraigo un segundo mirando a mi perro y tropiezo con algo, y cómo no, caigo al suelo, rodando dos veces. Me he hecho daño en el tobillo izquierdo, y no puedo levantarme. Como sin querer me he metido en un callejón oscuro, decido tentar de nuevo a la suerte y quedarme aquí hasta que pase todo el mundo. Sirius se acerca a mí, lanzando un aullido lastimero. Qué mono, desde hace una temporada es el único que se ha preocupado por mí. Lo miro con cariño y le rasco detrás de las orejas, sé que le encanta.

Me preguntó por qué Dios me tiene tanta manía, desde que nací la vida me ha ido de mal en peor. Y cada vez la rueda de la fortuna se paraba en un punto nefasto para mí.

Nada más llegar al puerto inglés, me caí al suelo. Bueno, eso es de lo más normal, todo el mundo se cae más de una vez... Luego me fui por el mercado en busca de posibles provisiones. Mis bolsillos iban bien cargados de dinero, y podía comprar toda la comida que quisiera, pero la gente teme aquellos que van vestidos como...bueno, como piratas. Si me hice pirata no es más que por aquel tesoro que todo el mundo quiere, no soy como ellos, ni quiero llegar a serlo. Soy honrada y compro lo que sea con mi dinero ganado de forma humilde. Bueno, vale, todo hay que admitirlo. Alguna vez sí que he robado alguna monedilla, ¡pero casi nunca robo!
El caso es que luego tomé una manzana para ver si era buena, ¡y ya se pensaron que robaba! Ay que ver cómo están los ingleses de la zona con el tema de los piratas...
Yo no hice más que empeorarlo, gritando para jurar y rejurar que no iba a robar, y no sé qué estuve haciendo que los enfadó tanto y comenzaron a perseguirme.

En todo caso, mi prioridad es salvar el pellejo. Tengo que cuidar de mí, y de Sirius, y la verdad es que si voy coja poco voy a conseguir. Veo pasar a la gente de largo, esos mercaderes furiosos me recuerdan a un enjambre de abejas, que defienden su colmena persiguiendo a cualquiera que ose acercarse. Suspiro, ahora estoy más tranquila. He conseguido escapar. La verdad es que la próxima vez haría caso de mi perro, él sabe siempre cuándo va a suceder algo. Miro a Sirius, que sigue en su posición de alerta. Sus orejas están levantadas, y tiene el pelaje del lomo erizado. Está de espaldas a mí, pero puedo adivinar que está enseñando los dientes.

-Sirius, tranquilo, ya se han ido-digo, estirándome para peinarle esos pelos que tiene erizados con una caricia.

Sonrío, Sirius es como mi hermanito, nos protegemos mutuamente y nos queremos. Es tan mono... Sigo sonriendo como una boba, y la sonrisa se me congela en el rostro cuando una sombra se cierne sobre mí. Ya está. Me han encontrado. Y no tengo forma de huir. Sirius gruñe, y ladra dos veces. Luego parece calmarse, se tumba como una esfinge, mirando al desconocido, pero vigilándome de reojo. Si el perro se fía, debe ser que no hay peligro, así que me atrevo a alzar la mirada con nerviosismo.

Estaba jugando con Dolly en la plaza del pueblo. Era un día bonito, el sol brillaba en el cielo con mucha fuerza, era muy bonito. Pero toda la gente parecía enfadada o triste, y cuando todos están así no me gusta hablar con ellos, porque seguro que me gritan.

Alguien pasó muy rápido a mi lado, y giré mi cabeza para ver qué pasaba, y después vi que un montón de gente corría detrás de la primera persona. Los miré, sorprendida, queriendo saber por qué corrían todos. ¿Estaban jugando a un juego? ¿Haciendo carreras? Abracé a Dolly y me fui andando con ella debajo del brazo izquierdo, siguiedo a los corredores.

Me paré a la mitad del camino porque me parecía una tontería seguir a unos señores que corrían, y por eso pude oír un gruñido. Seguí el ruido y vi a un perro negro que me ladró dos veces. No me asusté, porque el perro era una monada. Sonreí al perro y le di unas palmaditas en la cabeza, y él se tumbó y dejó de gruñir y ladrar.

Luego me di cuenta de que detrás de el perro había una chica, tirada en el suelo, que me miró con cara de susto. Como seguía sonriendo seguro que le parecí una monada.

-Hola-le dije-¿Quién eres? Me llamo Summer East.

Me tranquilizo en seguida, ya que la sombra que se proyectaba sobre mí está alargada por el sol que luce a las espaldas de la niña que me mira con curiosidad. Sirius no lo resiste y se levanta para olfatearla, desde luego que la niña tiene un aspecto muy dulce y me parece muy bonita.

-Hola. ¿Quién eres? Me llamo Summer East-me dice con una vocecita dulce y melodiosa, infantil.

-Hola, Summer-saludo sonriendo-Yo soy Maia Lance. Espero que eso responda a tu pregunta de quién soy.-añado.

Veo que Summer se inclina para acariciar a Sirius, que cae rendido a sus pies, literalmente. Observo que al perro le encanta la niñita que le rasca detrás de las orejas arrullándole cosas bonitas, como "perro guapo, perrito bueno..."
Lo cierto es que Summer es una niña preciosa, como esas flores que crecen aunque no haya empezado la primavera, tiene unos grandes ojos verdes color oliva, y el cabello castaño, liso y largo, y su carita redondeada le da un aire de niña agradable, aunque algo me dice que es más bien ese tipo de niños que se enfurruñan fácilmente.

-¿Te gusta el perro?-le pregunto. Lo cierto es que me encanta ver que Sirius le parece mono a alguien, la mayoría no saben valorarlo simplemente porque no es de raza. Como a mí-Se llama Sirius. Y parece que le has gustado.

A todos los niños les encanta que les digan que les ha caído bien a un perro que normalmente es un antisocial, pero parece que a Summer le resulta de lo más normal. Quiero levantarme y acercarme a la niña, pero al intentarlo descubro que tengo el tobillo izquierdo torcido y el pie derecho dormido. Qué bien, como está la cosa, pienso, irónica, mirando a Summer y a Sirius, que parecen llevarse genial.

-Ah...Pues hola Maya-dije, sabiendo que no estaba diciendo bien su nombre.

Me agaché para acariciar al perro, que era muy mono y se preocupaba de su dueña tanto como de ser acariciado. Me gustaba ese perro. La chica me dijo algo acerca del perro, me dijo que se llamaba Sirius y que yo le gustaba. Era algo normal que yo le gustara a la gente, así que no me sorprendí.

Al ver que Maia no se levantaba, sonreí dulcemente.

-¿Está cómodo el suelo?-le dije. Ella hizo un gesto como preguntando "¿qué?"-Digo que si está cómodo el suelo. No te has levantado.-le expliqué, haciendo gestos y poniendo voz de que eso ya lo debería saber.

Ella intentó levantarse, pero puso cara de dolor y no llegó a ponerse de pie.

-¿A que te duele aquí?-le dije, señalando su pie izquierdo.

Ella dijo que sí con la cabeza, como si se sorprendiera. Tampoco es raro que pueda ver de qué pie está floja, y sonreí, haciéndome la inocente. Luego acuné a Dolly entre mis brazos, y se me ocurrió una pregunta para Maia.

-Maya, ¿tienes muñecas?-le pregunté.

Ella negó con la cabeza, y entonces le pregunté que a qué jugaba.

-No, no tengo muñecas-le contesto a Summer, sonriendo, ignorando que no sabe pronunciar mi nombre. De todas formas, Maya no es tan diferente de Maia.

Me apetece levantarme como nunca, pero espero a que mi pie derecho deje de estar dormido, y que el otro, el dolorido, se calme un poco. Miro a la niñita, la verdad es que es una monada. Si alguna vez tengo hijos, me gustaría que fueran tan dulces como ella. Me armo de valor y me levanto, y avanzo cojeando hasta donde está ella con Sirius.

-Estoy un poco coja, pero puedo llevarte a tu casa, si quieres-le digo a Summer.

Camino un poco más, mirando a izquierda y derecha para ver si las cosas se han calmado. Veo que todo vuelve a estar tranquilo y salgo por completo del callejón, arrastrando el pie izquierdo, que me duele como si un demonio me estuviera mordiendo el tobillo, como si lo sostuviera entre sus fauces. Luego miro hacia atrás. Sirius parece remolonear junto a Summer, que lo acaricia con cariño. No me extraña que no quiera alejarse de ella, porque es muy mona y parece una niña mimosa.

Puse mala cara cuando Maia me dijo que podía venir conmigo a mi casa. Estaba a punto de decirle que no tenía casa, pero preferí decir otra cosa.

-No quiero irme a casa.-le dije-Y no me has dicho a qué juegas tú.

Crucé los brazos. Cuando me ponía así, los mayores siempre decían que estaba "enfurruñada". No estaba enfurruñada, estaba enfadada, no sé por qué los mayores siempre que ven a un niño enfadado dice que es una monada y que está enfurruñado. Me gusta que me digan que soy una monada, pero quiero que me tomen en serio si me enfado. Mi tata siempre me tomaba en serio y se reía conmigo, no de mí.

De todas formas seguí a Maia, porque estaba coja y tenía que arrastrar el pie, me daba pena de ella. El perro, que se llamaba Sirius, fue con ella para ayudarla, y si el perro iba yo también. Le di la mano y la ayudé a andar.

-Maya tienes que ir al médico.-le dije después, porque parecía que le dolía de verdad.

-Pues yo juego a la búsqueda del tesoro.-le digo a Summer con una gran sonrisa en mi rostro.-Y no creo que sea buena idea lo de ir al médico, pequeña.-susurro después, dejando que la niña me ayude a caminar.

Sirius también cumple con su parte y trata de ayudarme. La verdad es que es un consuelo que me ayuden a caminar cuando no puedo hacerlo. Pienso en escaparme, en irme a cualquier otro país, decididamente me iré pronto. Probablemente después de dejar a la niñita en un lugar seguro.

-Summer, yo me voy. Tengo que seguir buscando mi tesoro. Hasta que no lo encuentre no podré descansar ni curarme el pie, ¿lo entiendes?-le confío a la niña, que parece enfurruñada a pesar de que me ayuda a caminar. Me encanta esa inocencia infantil que ayuda a confiar en completos desconocidos.